POR QUÉ LLAMO AL OPUS «LA COSA MOSNTRUA»
PARA QUE NO SE OLVIDE LA VOZ DE VICTOR
Agustina :
El 25 de enero de 2011 recibí una carta y quien la escribía me pedía que fuera publicada en Opuslibros. Tras leerla, me asusté y me preocupé. Pensé que al verla publicada, eso le empujara a cumplir “la despedida” que anunciaba. Le escribí e intercambié correos con él durante un tiempo, correos que guardo. Carmen Charo se volcó hablando directamente con él, buscándole salidas de todo tipo. El miércoles llegó la noticia de que murió el 21 de agosto, hace 3 semanas. Ahora sí, desgraciadamente, voy a publicar su carta tal y como él deseaba porque es de justicia que su voz no quede en el olvido y con una enorme pena por mi parte. Elimino los apellidos de las personas que cita pero si la delegación del Opus Dei de Valencia desea conocerlos, no tiene más que pedirme que les envíe la carta.
Se llamaba Víctor, tenía 32 años.
Agustina L. de los Mozos
Coordinadora de Opuslibros.org
“QUE MI MUERTE SIRVA PARA QUE NO SE TRUNQUE LA VIDA DE MÁS ADOLESCENTES”
Valencia, 24 de enero de 2011
Estimado D. Antonio:
Hace muchos años que no me dirijo a Usted. Quiero en primer lugar agradecerle el hecho de que siempre se haya acordado de mí en fechas señaladas. No ha habido una Navidad en la que no haya recibido una postal suya, y debo mencionar que casi siempre me ha felicitado por San José mi cumpleaños. También me consta que a lo largo de estos años usted ha rezado por mí, y eso siempre es de valorar, por lo que me siento inmensamente agradecido. Usted ha demostrado hacia mí una amistad desinteresada, usted es un caballero y un buen amigo, y eso le honra. Debo decirle que su letra es ilegible y en la mayoría de ocasiones apenas atisbaba a acertar lo que escribía, en cualquier caso le pido disculpas por no haberle contestado en todos estos años…
Han transcurrido casi 18 años desde la última vez que nos vimos, paseando por Torreciudad, divisando el Pirineo, entonces yo era un muchacho de 14 años inmaduro y vital, que quería comerse el mundo y dar lo mejor de sí mismo a Dios y a los demás, sin tener la suficiente madurez ni conocimientos, ni haber vivido suficientes experiencias como para tomar la decisión que tomé; hay que reconocer que su organización y mis padres tenían muy bien estudiada la estrategia para que cayese en sus redes y con tan corta edad me comprometiese en semejante empresa. Daba igual si Víctor tenía vocación o no, daba igual si se estaba coaccionando a muchachos de 14 años, lo importante eran las matemáticas, que cuantos más “pitaran” mejor, daba igual qué sería en el futuro de sus vidas, daba igual si todos estos acontecimientos podían dañar y perjudicar negativamente el desarrollo de la personalidad de aquellos adolescentes, lo importante era que cuántos más se sumasen a la causa, mejor. Dos años después, el 60 % de aquellos jóvenes que caímos en su red, nos habíamos dado cuenta de que aquél no era nuestro camino, tuvimos que ser valientes y enfrentarnos a nuestros directores y en algunos casos a nuestras familias, que habían diseñado un plan para nosotros, gran parte de aquellos jóvenes terminamos con graves problemas psicológicos, desequilibrios, depresiones, ataques de ansiedad, sentimientos de culpabilidad, fomentado por los directores, dado que no habíamos perseverado y se ponía en juego nuestra salvación eterna y nuestra felicidad. Una muestra más de lo poco que se respeta la libertad de las personas en la Obra. Algunos de esos muchachos superaron con el tiempo y con mucha ayuda profesional aquellos problemas, otros hemos quedado tocados de por vida por aquellas traumáticas experiencias, sir ir más lejos en mi promoción somos 4 los que continuamos en tratamiento psiquiátrico. Ustedes destrozaron la adolescencia y la vida de muchos seres humanos, y no me consta que hayan pedido disculpas por ello, ni de modo personal, ni a nivel corporativo. No le estoy contando nada que no sepa, usted conoce a las personas y su evolución, y las estadísticas, no es necesario que dé nombres.
En mi caso, con apenas 16 años, siendo menor de edad, fui víctima de numerosos chantajes emocionales, violencia y abusos psicológicos, ultimátums, amenazas, coacciones, juicios de valor… Yo tuve que escuchar frases como “si lo dejas es como si tu padre dejase a tu madre y se fuese a vivir con otra”, “si no perseveras eres un traidor y un desertor, estás traicionando a Dios y a tus hermanos”, “eres como el joven rico, Dios te pide que le sigas y tu le das la espalda”, “eres un egoísta, sólo piensas en ti y en tus dudas de vocación, has dejado de amar a Dios”, “si dejas de ser numerario te va a resultar muy difícil conseguir la salvación eterna, serás un tibio”, “nunca serás feliz ni tendrás paz”, “si tú lo dejas tus hermanos pequeños dejarán de venir por el club, no sabes el daño que les podrías hacer con ese mal ejemplo”. Esto me decían mis directores espirituales, hablando supuestamente en nombre de Dios, lo que no me parece sino tomar el nombre de Dios en vano, coaccionar psicológicamente a un menor de edad, amenazar, coaccionar la libertad de conciencia, no respetar la libertad interior de las personas. Se puede imaginar cómo terminé después de este periplo de más de seis meses de tormento, cuando al fin y al cabo yo era un muchacho bueno, sensible, que se tomaba la vida en serio y quería obrar el bien. Puede imaginarse que a las pocas semanas empecé a tener ataques de ansiedad, y de pánico, que no dormía por las noches, que no comía, que no me concentraba, se me diagnosticó una fuerte depresión, pasé de sacar excelentes calificaciones a no asistir a clase ni poder leer una novela, empecé a tener fuertes ideas de muerte, a no tener ni fuerzas de salir de casa, ni de levantarme, digamos que dejé de ser Víctor y empecé con tratamientos, y con abundante medicación. Desde entonces, y ya han transcurrido casi 16 años, esa ha sido la tónica de mi vida.
Reitero que las maneras sectarias de su organización destruyeron la adolescencia y la vida de muchos buenos adolescentes de los años 90, sin que me conste que se haya pedido perdón, desde luego yo todavía sigo esperando el momento en el que la Delegación de Valencia me pida disculpas formalmente, o si no es costumbre que la corporación admita sus errores y desmanes, que lo hagan sus miembros a título personal. Yo he perdonado a todas aquellas personas, porque de cristianos es perdonar, y porque, al fin y al cabo, eran jóvenes fundamentalistas que seguían las directrices de una organización a la que seguían ciegamente, y en el fondo lo harían con buena intención y todo, pero desde luego no tenían ninguna sensibilidad, ni respetaban la libertad de las personas. Estas personas tienen nombre y apellidos, estoy hablando mayormente de Antonio […], Jaime […], y D. Luis […], y en menor medida de Javier […], Federico […], José Juan […] y Miguel […]. Eran todos jóvenes fanáticos, rígidos e impulsivos, salvo D. Luis […], que era un sacerdote entrado en años al que yo no conocía de nada y se presentó un día en mi casa para convencerme de que no me marchase de “casa”. ¿Cómo se había enterado este sacerdote de que yo tenía dudas de vocación? Con los años me enteré de que en la Obra se hacen informes secretos de sus miembros, donde el Consejo Local comparte confidencias realizadas en la dirección espiritual, haciéndolas extensivas en ocasiones a miembros de otros centros, por lo que mi relación íntima con Dios se convirtió tema de conversación en los centros, haciendo flaco servicio a mi intimidad con Dios.
Lo paradójico y contradictorio es que estas personas siguen ostentando cargos de responsabilidad en centros de San Rafael, o universitarios, después de haber machacado psicológicamente a centenares de chavales como a mí. Todas las personas de mi promoción guardan malos y desagradables recuerdos de estas personas. Recuerdo que una vez le regalé una colonia a Antonio […] por todo el daño que me hizo en su día, siguiendo el espíritu del Evangelio, “a quien te abofetee ofrécele la otra mejilla”, incluso he rezado por él, y eso que hasta hace unos años aparecía en mis peores pesadillas. Lo único que demando es que me pidan perdón, si ellos tres no quieren hacerlo que lo haga la Delegación en su nombre.
Debo reconocer que también me encontré con algunos numerarios que me valoraron como persona y no me trataron como un medio, respetando mi libertad, y animándome a que tomara mi propia decisión sin miedo, que lo importante era ser feliz y amar a Dios, que ser numerario era tan sólo un medio y que existían muchos más medios para llegar a Dios, y que en fin, era muy joven como para estar predestinado inexorablemente hacia el camino al que apuntaban mis directores. Estoy hablando de José María […], José […], Eduardo […], Tomás […], D. Alberto […]. Desgraciadamente ninguno de ellos vivía ya en mi centro, ni siquiera en Valencia.
Su humildad debería hacerles comprender que su pequeña Obra de Dios no es más que una pequeña isla en el océano del catolicismo, y no deberían tener miedo de hacer autocrítica de vez en cuando y pedir perdón, cosa que viene siendo habitual por otro lado en nuestro Santo Padre Benedicto XVI; pedir perdón es algo humano y cristiano, pero la Obra jamás ha querido reconocer sus debilidades y limitaciones.
En cuanto a mí, no le he contestado durante estos años, pero tampoco había mucho que contar, mi vida ha sido un infierno, he tenido muy pocas temporadas buenas, tengo muchos más recuerdos negativos que positivos. Intenté hacer tercero de carrera en Pamplona, viví en un colegio Mayor de la Obra (quizá cometiendo una grave equivocación), allí se terminó de manifestar la enfermedad con toda su intensidad, tuve dos intentos de suicidio, estuve dos veces ingresado en la planta de psiquiatría de la Clínica Universitaria de Navarra, prácticamente perdí ese curso, se me diagnosticó un trastorno límite de la personalidad, que es algo mucho más complejo y grave que una simple depresión.
Mis padres no apoyaron mi decisión de dejar la Obra, haciéndome sentir culpable, y sólo desde hace algunos años empezaron a entender un poco mi enfermedad, aunque no la comprenden ni son conscientes de su alcance. Terminé la carrera con buenas notas, no sé como lo hice en mi estado y con toda la medicación que tomaba, y todos los ingresos hospitalarios que precisé. Algunos médicos no lo comprenden. Supongo que con mucho esfuerzo y tesón, y porque el Señor me concedía treguas y me echó algún cable que otro. Luego no he tenido estabilidad en nada, empezaba trabajos, que luego perdía por venirme abajo, luego mi familia me lo reprochaba…, tenía 6 meses buenos en los que rendía bien en una empresa, luego me venía otra vez el bajón, tenía que ingresar en algún centro o estar una temporada de baja, y terminaba perdiendo el trabajo, porque a ninguna empresa le interesa tener una persona con altibajos y problemas. Lo mismo con relaciones de pareja, mi trastorno y mi inestabilidad afectiva me han impedido consolidar relaciones de noviazgo y poder darme como me gustaría. Desde los 16 años me han visto y tratado innumerables psiquiatras y psicólogos, y hemos abordado el problema desde distintos enfoques terapéuticos, y con muchos tipos de medicación distinta. No sé lo que es ser feliz ni tener paz en estos casi 16 años, he tenido temporadas que podía soportar, menos malas, pero nunca volví a ser el chico alegre y vital de antes, salvo en 2009, cuando el Señor me regaló unos meses buenos y por un momento pensé que me podría sanar.
Todos los médicos coinciden en admitir que la base de mi enfermedad es la adolescencia espantosa que la Obra me regaló. Pese a todo, nunca perdí el don de la fe, incluso le sigo teniendo cariño a la Obra y a muchos de sus miembros, y en algunas ocasiones he ofrecido mi sufrimiento por sus labores apostólicas y sociales, porque pese a no compartir el espíritu de la organización, y sostener que hacen mucho daño a las personas, también reconozco que hacen cosas buenas por los demás, sin ir más lejos mi hermana mayor es numeraria y se desvive por los menos favorecidos.
En el último año mi evolución ha empeorado bastante, sufriendo muchos ataques de ansiedad y de pánico, fobias sociales, sumiéndome en una depresión muy profunda. Me ha empezado a afectar a mi agilidad mental, a la memoria, estoy sumamente cansado y fatigado, he perdido visión, he perdido cabello, tengo fobias a coger el metro o conducir, no puedo concentrarme ni seguir una película. Mi deterioro con los años es evidente. En los últimos meses he precisado dos ingresos hospitalarios, uno en Alicante, y otro en Lleida (Pamplona nunca mais), porque el sufrimiento era insoportable, tenía fuertes ataques de ansiedad y no podía controlar las ideas de suicidio. Estoy luchando y ofreciendo mi sufrimiento, pero no avanzo, y después de tantos años considero que es hora de descansar.
El sino de mi vida es sufrir, no me esperan cosas bonitas que vivir. He perdido la esperanza de poder tener un trabajo estable, de poder tener autonomía, así que tan sólo me quedaría depender económicamente de mis padres hasta que fallezcan y luego de la caridad de mis hermanos. Siempre he sido muy romántico e idealista, unos de mis sueños era amar, cuidar a una mujer y tener una familia, y eso tampoco va a ser posible según los médicos y mi trayectoria. Quizá se obre un milagro y me estabilice y cure a los 40, pero no estoy dispuesto a esperar 8 años más en este estado, considero que mi cuerpo y mi mente ya han sufrido bastante y que me he ganado estar justo al Altísimo con creces.
En este ser se ha convertido aquel chaval de 14 años inocente e ingenuo con el que usted charlaba hace 18 años, yo era chico deportista, “guapete”, de sobresalientes, líder, con don de gentes, feliz, vital, alegre, me encantaba leer; ahora soy un enfermo mental con kilos de más y con entradas (medicación y ansiedad), fracasado profesionalmente, no puedo concentrarme en la lectura, me fatigo en exceso al hacer ejercicio físico, aislado socialmente, tímido, inseguro, ansioso, sin ilusión, abatido, no puedo aspirar al amor humano, nadie me necesita, sufriendo un día, y otro día, y otro… En esto ustedes han contribuido en gran medida, pero creo que a la Obra no le importa, sólo le importa cuántos decidieron pitar aquel verano. Ustedes tienen una responsabilidad muy grande sobre las personas y en especial sobre los menores de edad que los padres ingenuamente dejan a su cargo. Yo no soy la única víctima, no he dejado de encontrarme personas en situaciones similares o análogas a la mía, algunas de ellas ya no están aquí para contarlo porque decidieron marcharse… muchas de ellas siguen viviendo atormentadas bajo el abrigo y yugo de la propia organización, he convivido en la Clínica Universitaria de Navarra y en la Clínica de Alicante con personas que pertenecían a la Obra, y estaban pagando las consecuencias de las decisiones impuestas por sus directores espirituales, personas que habían entregado su vida a la Obra, y a quienes ésta había exprimido, coaccionado y utilizado, habiéndose convertido en enfermos mentales. Otros muchos habían dado años de su vida a la causa; bueno, nada que usted no sepa, es un hecho estadístico probado que proporcionalmente en España hay muchas más depresiones y problemas psicológicos en el entorno de la Obra que en cualquier otro entorno, reconocido incluso por psiquiatras miembros del Opus Dei, por lo que muy mal se deben estar haciendo las cosas, y muy distintas a cómo Dios quisiera que se hicieran. También conoce usted las estadísticas de suicidio de miembros y ex-miembros de la organización en relación a la población en general. Ustedes tendrán su propia explicación, que Dios saca el bien del mal, que somos renglones torcidos de Dios, pero jamás reconocen su responsabilidad ni cambian su manera de proceder, hay mucha soberbia en esta actitud.
Yo le escribo para despedirme porque yo he decidido marcharme, llámeme cobarde, pero nadie, nadie, salvo Dios, sabe los tormentos que estoy sufriendo durante tantos años. Si he aguantado tantos años ha sido por mi familia, porque tenía hermanas menores edad y se me rompía el alma al pensar que las abandonaba, y porque albergaba alguna esperanza de sanación. Ahora mis hermanas son adultas, son fuertes, y mi diagnóstico empeora, de alguna manera no tengo otra salida, es la opción que decido, incluso la que pienso que Dios me demanda en este momento. No le he escrito en todos estos años porque usted me recuerda al momento en el que cometí el error de decidir pitar, y si yo no hubiese pitado y hubiese tenido una adolescencia normal, ahora no sería un enfermo mental, probablemente sería una persona casada, feliz, con problemas, como todo el mundo, pero sana, como la mayor parte de mis amigos.
No le he escrito en todos estos años porque no tenía nada bueno que contarle, salvo que ustedes me jodieron la vida, y que nadie ha venido a pedirme disculpas. Muchas veces estuve tentado de llevarles ante los Tribunales por acoso, violencia psicológica sobre un menor, pero no lo hice por respeto a mi familia y a mis padres, que son fervorosos supernumerarios y por no dañar la imagen de la obra en la opinión pública. Ahora sería tarde y absurdo, me vendría bien la compensación económica dado que no me iba a valer por mi mismo durante el resto de mis días, pero me temo que el delito ya ha prescrito y que estoy cansado de luchar.
Yo en esta carta he querido despedirme y abanderar una causa de muchos jóvenes de los 90 con los que he mantenido y mantengo contacto, tanto real como en las redes sociales, que tuvieron que pasar por el mismo trance que yo. No sé si ustedes tienen costumbre de modificar sus criterios y pautas de comportamiento sobre proselitismo, y libertad, o sigue imperando el lema de cuantos más mejor, no sé cómo se hacen las cosas en los clubes ahora, 15 años después. Yo vengo a recordarles que ustedes tienen una deuda y una responsabilidad histórica y moral muy grande con miles de jóvenes de toda España (gracias a Dios fuera de nuestras fronteras estas cosas no pasaban), y como usted tiene un cargo importante en Madrid, vengo a hacer un llamamiento a la reflexión. Yo no digo que vayan a tener que rendir cuentas ante Dios, ni que Dios los vaya a castigar, no me pongo a la altura de ustedes, que van amenazando a las personas con su condenación eterna. Dios me libre de meterme entre Dios y sus conciencias. Yo sólo pido que mi vida, mi sufrimiento, mi muerte y el de muchos otros sirvan para que estas conductas se erradiquen, que no se vuelva a truncar el proyecto de vida de ningún adolescente más, que se respete la libertad de las almas, que son hijas de Dios y no de San José María, que Dios es Amor y el Cristianismo puede ser una aventura y un camino muy bello, siempre y cuando se respete la libertad, la dignidad, la conciencia.
Espero que cuando se haya consumado mi plan me pida cosas, y por intenciones, pues tengo por buen seguro que al Cielo me dirijo, después de haberlo hablando con diversos médicos, sacerdotes y teólogos, entre otros motivos porque no dispongo de voluntad y porque los últimos estudios escatológicos van en la línea de que el infierno no existe, algo que por otro lado siempre me ha parecido obvio, ya que Dios es Amor y quiere que todos se salven. Es otra de las cosas que nunca entendí de la Obra, su mensaje apocalíptico y tenebroso, la mala costumbre de atemorizar al personal con el fuego eterno, las meditaciones y charlas en los cursos de retiro sobre las postrimerías, las amenazas medievales, la visión de Dios como Juez, que “si estás en pecado mortal a las 3 de la mañana llama un cura porque si te mueres te vas al infierno”, desde luego qué poco sentido común y qué poca visión sobrenatural y menudo concepto sobre Dios. Mucho tiene que cambiar su organización y sus miembros si quiere ser fiel instrumento de Dios en la tierra. En fin, que este debate y otros muchos más darían pie a otras cartas, y además con ustedes no se puede debatir porque siempre se creen en posesión de la verdad absoluta, y nunca aprecian los matices de potencial veracidad en argumentos de signo contrario, además si el Fundador creía en el infierno y lo tenía tan presente, ¿cómo se lo va a cuestionar usted? O si el fundador cree pertinente que la gente pite en masa a los 14, ustedes no lo cuestionan, no existe libertad de conciencia ni de opinión en la Obra.
Bueno, no quería marcharme de este lugar sin enviar esta carta, sólo espero que mis palabras y reivindicaciones sirvan para algo, y decirle que yo, pese a diferir con usted en tantas cosas, le admiro, y le tengo aprecio, y sé que es muy buena persona, y que se ha preocupado por mí durante estos años, aunque no sé si era consciente de mis problemas. Desde luego no lo parece, al menos en sus postales no menciona nunca nada concreto, por lo que deduzco que no ha sabido nada de mi vida en todos estos años.
Le deseo lo mejor, y tengo grandes esperanzas en que muchas cosas mejoren en la Obra gracias a usted y a su sensibilidad, es el mejor regalo que me podría hacer, junto a sus oraciones.
Un fuerte abrazo de su amigo
Víctor Martínez
(Publicado en Opuslibros el 7 de septiembre de 2012)—http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=20185
VICENTE Y VÍCTOR
El 14 de septiembre la página “Opuslibros” publicó una carta de Jimena que decía: “Vicente, como eres diputado y tu reciente esposa es Secretaria de Estado, intuyo que tu salida delopus no ha sido nada traumática teniendo en cuenta que eras un numerario de pro y bien conocido por ello. Apostaría que ahora sirves de ejemplo para mostrar al mundo lo bien que tratan en el Opus a los miembros que se van. Lo dicho, felicidades.”
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dice Jimena. Vicente era uno de esos enchufados de la institución que tanto abundan, siempre iba por libre y se lo permitían casi todo. Recuerdo haber consultado alguna vez ir al cine para acompañar a un amigo que lo estaba pasando mal y no tenía con quién ir (incluso mi amigo me dejaba elegir la película a mí!) . Respuesta de la persona con la que hacía la charla, después de haberlo consultado con el “consejo local”: que no, que en el opus somos pobres (¿?) y no podemos gastar ni dinero ni tiempo en el cine ni en ningún espectáculo. Sin embargo, al día siguiente, viendo por televisión los resúmenes de los partidos de fútbol, en uno de los rereportajes, las cámaras enfocaron al palco presidencial y ¿quién estaba allí?. Pues Vicente fumándose un puro rodeado de todos los jerifaltes. Lógicamente fui a pedirle explicaciones al director y entonces me confirmó que Vicente era miembro de la junta directiva de un equipo de fútbol de la ciudad, y que si estaba allí era porque tendría autorización de los directores. ( y a continuación esa coletilla tan famosa: “los directores saben mas……).
También coincidí con él en algún curso de retiro, retiro mensual y en alguna convivencia de formación, y era frecuente que llegara algún día tarde y se marchara antes. Por supuesto el móvil siempre lo tenía a mano, y hablaba con toda normalidad, y se encerraba en una habitación y estaba allí media hora hablando, algo impensable en un numerario de a pie. Por eso estoy convencido que su salida habrá sido pactada, y seguirá trabajando para el opus. Dentro de poco será cooperador (si no lo es ya) y cuando convenga, supernumerario. No hay que olvidar que su actual mujer es “secretaria de estado de turismo”, ¿cómo no utilizar ese enganche para conseguir contactos y promocionar… Torreciudad, por ejemplo?
Y víctor…. Me quedé de piedra cuando leí su carta, no tenía ni idea de que lo estaba pasando tan mal si no habría intentado verlo. Debo reconocer que lloré y que cada vez que pienso en él se me parte el corazón. Yo doy fe de que lo que cuenta en su carta es cierto, puesto que en aquella época yo vivía en el Club Collvert (Valencia), y fui testigo directo de ese proselitismo absurdo, enfermizo e inhumano que él padeció. Víctor era alto, rubio, bueno, estudioso, lleno de vida, e hijo de padres supernumerarios “muy de casa” (¿os suena?). En fin, que tenía todas las papeletas para ser obligatoriamente del opus. Además casi todos sus compañeros de clase del colegio de Fomento venían por el club, y muchos pitaron, como él. Era un grupo de gente muy buena y de alto nivel humano y académico, y poco a poco fueron cayendo todos. La persecución fue implacable y muy estudiada y coordinada: actividades en el club, convivencias de estudio, charlas, tertulias, círculos, meditaciones, conversaciones con el preceptor, con el director, con el cura del centro, con los directores de la delegación, partidos de fútbol, convivencias en Fátima, en Torreciudad, en la Lloma, en el colegio, conversaciones con los padres……Creo que pitaron todos. Fue una campaña muy bien llevada por parte de los numerarios de Collvert siguiendo las directrices de la Delegación, y trabajábamos muchísimo para que todo saliera bien. El director nos daba continuas indicaciones (en el círculo, en charlas, en convivencias, el cura en las meditaciones..) para que pitaran los chavales, y siempre estaba con el rollo ese de que estábamos en tiempos de expansión y hacían falta muchas vocaciones, y que el Club Collvert era el semillero de vocaciones en valencia, y que la Delegación y el padre confiaba en nosostros, y bla, bla…..y nosotros nos lo creíamos. Yo en aquella época estaba principalmente con los más pequeños, pero intervine en muchas actividades como cuerpo auxiliar. También participé, coordinadamente con otros, en la persecución de dos de estos jovencitos que despitaron (confío en que Dios me perdone). Recuerdo con especial crudeza a uno de ellos. A mí me enviaron ya a la desesperada y como último recurso, confiando en que accedería a hablar conmigo, porque yo había sido su preceptor hacía un par de años y nos llevábamos muy bien. Pero fue imposible, ni siquiera llegué a hablar con él, no quería ni verme porque “yo era numerario”. Los padres lo tuvieron que sacar del colegio -se negaba a ir- y perdió el curso. Ya no he vuelto a saber nada de él, pero lo pasó muy mal.
Con esto quiero decirle a “pensando” y a quienes piensan como él, que Víctor era una persona normalísima, y sana y llena de vida, y que si cayó en el pozo de la enfermedad mucha culpa la tuvo el opus, seguramente esta institución fue quién le empujó al abismo, y ya no pudo salir de él. Mi propia experiencia personal me confirma esta tesis. En la última fase de mi pertenencia al opus, y tras varias conversaciones (en las que me dijeron todo tipo de barbaridades) con el cura del centro y con el subdirector, y con el director, y con los de a delegación, como no me plegaba a sus requerimientos (que obedeciera ciegamente a los directores) emitieron su diagnóstico: que yo estaba enfermo y que tenía que ir al psiquiatra. Es decir, el Opus es Dios y siempre tiene razón, si no estás de acuerdo es que estás loco. Y así actúan todos los totalitarismos. Según he podido saber, Víctor falleció por sobredosis de pastillas, hacía tiempo que las tomaba por la depresión que sufría. Su hermana lo encontró tumbado en el suelo del pasillo, pero ya no pudo hacer nada.
Una aclaración a Carmen Charo. El D. Antonio al que se dirige la carta no es el director de Collvert, sino el que entonces era cura de allí: D. Antonio Montes, y que hoy día está de cura en un centro de Europa. Era una excelente persona al que todo respetábamos y queríamos mucho. Era un cura muy humano, que ponía a las personas por encima de la institución. Imagino que por eso se lo han llevado fuera de España, para que de buena imagen del opus, y han dejado aquí a los que son mas robots para que fabriquen numerarios. Al director de Collvert se refiere en su carta con el nombre de Antonio, que era y sigue siendo un autentico robot, que cumple muy fielmente las órdenes de sus jefes.
Un abrazo Víctor.
Valencia, 18 de septiembre de 2012
LA EDUCACIÓN “HIPÓCRITAMENTE” DIFERENCIADA DE LOS COLEGIOS DEL OPUS
Giovanna Reale, 27/08/2012
El periódico español El País publicó un editorial el jueves 23 de agosto de 2012, titulado “Varapalo al sexismo”, que concluye con la siguiente reflexión: En España, la mayoría de colegios que segregan están vinculados al Opus Dei y no lo hacen tanto por las supuestas ventajas pedagógicas como por razones morales: evitar el contacto entre chicos y chicas. Son las mismas razones que durante el franquismo impusieron la separación en las escuelas y que se reflejaron en una encíclica del papa Pío XI: “La escuela mixta promueve la promiscuidad y la igualdad”. Hasta ese punto pretenden algunos retroceder… El análisis de El País sobre los motivos por los que el Opus Dei prefiere colegios diferenciados por sexos se queda corto, aunque acierta de lleno cuando habla de “retroceder”; en efecto, en la mente del fundador Josemaría Escrivá (1902-1975), a quien el Opus sigue siendo muy fiel, era intolerable la coeducación por las mismas razones que adujo Pío XI, papa entre 1922 y 1939. Pero el análisis de El País se queda corto porque el Opus no sólo promueve a día de hoy ese tipo de colegios por razones morales, sino también por sus intereses proselitistas, de los que en los últimos días se está debatiendo mucho y con mucho acierto en opuslibros.
Esos colegios son los principales semilleros de las vocaciones de numerarios/as y agregados/as; por eso, el Opus desconfía de los colegios mixtos, en los que surgen obstáculos, como enamoramientos, prenoviazgos o noviazgos, que dificultan enormemente un planteamiento vocacional al celibato. Al igual que pasa en un seminario diocesano o en un noviciado, los colegios diferenciados favorecen la disciplina de quien se inicia en la vida célibe.
Otro motivo a favor de la educación diferenciada se encuentra en la organización interna del Opus Dei, estructurada en dos secciones, la de mujeres y la de varones, cuyas labores apostólicas están también separadas. Con eso se pretende que los numerarios laicos no conozcan a las numerarias ni se relacionen profesionalmente con ellas. También se pretende que un adolescente se inicie en la vida del Opus estando escolarizado en un colegio en el que se haga visible la separación de secciones, lo cual no obsta para que también el Opus busque vocaciones entre chicos y chicas de escuelas mixtas. Una destacada excepción se da en las Universidades, como en la de Navarra, Piura, etc. Aquí estudian y trabajan juntos mujeres y varones del Opus Dei, aunque puedan surgir situaciones de enamoramiento, prenoviazgo, noviazgo y matrimonio, y la experiencia enseña que surgen a veces a pesar de las muchas medidas de prudencia que se adoptan en el trato profesional entre las numerarias y los numerarios. Eso sí, los Colegios Mayores o residencias universitarias de estudiantes vuelven a ser diferenciados por sexos, con el fin de que los numerarios hagan proselitismo con sus compañeros y las numerarias con sus compañeras de residencia.
Es fácil deducir, por tanto, que el principal motivo de los colegios segregados es el de su condición de semillero de vocaciones para el Opus. En teoría, si hay universidades mixtas, podría haber también colegios mixtos, pero en el caso de los adolescentes se impone la experiencia práctica de que, a esa edad, si se quiere promover vocaciones al celibato, es conveniente e incluso necesaria la separación de sexos (con los adultos, la situación cambia: se puede evitar o enfriar un enamoramiento a tiempo).
Ante la opinión pública, los colegios del Opus Dei defienden su posición a partir de argumentos pedagógicos, basándose en quienes opinan que la educación diferenciada es positiva para los y las adolescentes y que no debería ser descalificada de sexista; de hecho la UNESCO, en un documento de 1960, al margen de moralismos obsoletos, no cataloga como sexista este tipo de educación. Ante la opinión pública, los colegios del Opus Dei no hablan para nada:
1) de su fidelidad a la mente del fundador Escrivá, que, de acuerdo con el papa Pío XI contemporáneo a él, consideraba inmoral la coeducación.
2) ni de los intereses proselitistas que subyacen en el fondo
3) ni de la separación de las dos secciones del Opus Dei que se ha de reflejar en sus labores apostólicas excepto las universidades (y éstas parcialmente porque los Colegios Mayores vuelven a ser segregados).
El Opus oculta las tres motivaciones más profundas de su actuación, todas ellas impregnadas de inspiración sexista y proselitista, para aducir en público razones exclusivamente pedagógicas, que no son las que de verdad lo motivan a optar por la educación segregada.
Puesto que la dura realidad es ésta, sería justo que tales colegios dejaran de ser concertados y de recibir ayuda económica a partir del dinero público. Unos colegios sinceramente diferenciados, es decir, a partir de razones sólo pedagógicas no basadas en moralismos obsoletos ni en intereses proselitistas, sí podrían recibir esa ayuda pública (en este caso, cabe un debate franco de los pros y los contras educativos), pero unos colegios hipócritamente diferenciados no se la merecen desde ningún punto de vista. Que ellos se paguen con su dinero la puesta en práctica de su visión sexista de la vida y sus métodos de captación de vocaciones, pues en realidad no está en juego una mejor o peor educación de unos jóvenes, que es el criterio por el que el Estado se guía para establecer un concierto con un colegio privado respetando así el derecho de los padres a la educación de sus hijos en una sociedad libre y plural, sino la pervivencia del Opus Dei, que a día de hoy depende de la captación de adolescentes en esos colegios, y para este fin no debería invertirse el dinero público de un Estado aconfesional.
Ya sé que es muy difícil demostrar en el plano jurídico o judicial la diferencia, en este caso, de sinceridad e hipocresía, porque, aun conociendo todo el mundo con certeza moral las verdaderas intenciones del Opus, sus colegios siempre dan la imagen de que están “sincerísimamente” interesados por las ventajas de la pedagogía diferenciada y por la libertad de los padres ante la educación de sus hijos y podrían acusar a sus detractores de calumniosos. Es por eso por lo que el diario El País hace bien en englobar a todos los colegios diferenciados en el mismo bloque y plantear el debate en un contexto general, pues distinguir entre los sinceros y los hipócritas es una batalla perdida en la vida política y judicial. El Opus Dei se ha convertido en muy mal compañero de los pocos colegios sinceramente diferenciados, sobre los que proyecta, a modo de efecto contraproducente, su mala sombra.
Anexo
Las palabras de Pío XI citadas por El País proceden de la encíclica Divini illius magistri sobre la educación católica, del 31 de diciembre de 1929:
52. Igualmente erróneo y pernicioso para la educación cristiana es el método de la coeducación, cuyo fundamento consiste, según muchos de sus defensores, en un naturalismo negador del pecado original y, según la mayoría de ellos, en una deplorable confusión de ideas, que identifica la legítima convivencia humana con una promiscuidad e igualdad de sexos totalmente niveladora. El Creador ha establecido la convivencia perfecta de los dos sexos solamente dentro de la unidad del matrimonio legítimo, y sólo gradualmente y por separado en la familia y en la sociedad. Además, la naturaleza humana, que diversifica a los dos sexos en su organismo, inclinaciones y aptitudes respectivas, no presenta dato alguno que justifique la promiscuidad y mucho menos la identidad completa en la educación de los dos sexos. Los sexos, según los admirables designios del Creador, están destinados a completarse recíprocamente y constituir una unidad idónea en la familia y en la sociedad, precisamente por su diversidad corporal y espiritual, la cual por esta misma razón debe ser respetada en la formación educativa; más aún, debe ser fomentada con la necesaria distinción y correspondiente separación, proporcionada a las varias edades y circunstancias. Estos principios han de ser aplicados, según las normas de la prudencia cristiana y según las condiciones de tiempo y lugar, no sólo en todas las escuelas, particularmente en el período más delicado y decisivo para la vida, que es el de la adolescencia, sino también en los ejercicios gimnásticos y deportivos, cuidando particularmente de la modestia cristiana en la juventud femenina, de la que gravemente desdice toda exhibición pública.
53. Recordando las tremendas palabras del divino Maestro: “¡Ay del mundo por razón de los escándalos!” (Mt 18,7), estimulamos vivamente vuestra solicitud y vuestra vigilancia, venerables hermanos, sobre estos perniciosos errores que con excesiva difusión se van extendiendo entre el pueblo cristiano, con inmenso daño de la juventud.
(Nota: los “venerables hermanos” son todos los obispos católicos, a quienes se dirige la encíclica).
Publicado el Lunes, 27 agosto 2012 en http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=20156
SEMBLANZA DE MI HERMANO CAMILO
Mi nombre es Bernardo Lucena López, soy abogado, vivo en Sevilla y soy, era, hermano de Camilo Lucena, numerario del Opus Dei desde el año 1969 hasta el 2 de julio de 2019 fecha en la que murió, arrojándose a las vías de un tren en esta ciudad, sin que hasta la fecha yo, su hermano, entienda lo ocurrido o conozca la causa de tal atrocidad.
Como he mencionado anteriormente, mi hermano fue captado por la Obra en el año 1969. Vivía conmigo, yo me casé en esa fecha, y con nuestros padres en Sevilla, estudiaba en esos momentos la carrera de Arquitectura, carrera que terminó brillantemente pero que abducido que fue por “la Obra” nunca desarrolló ni ejerció. Su labor, al parecer, fue estrictamente diseñada, dirigida y promovida por la Obra, que lo fue anulando, no sólo del ejercicio de su carrera, sino también de su propia familia, del seno de la misma y del contacto con los suyos, hasta separarlo del ambiente familiar en el que se había criado, trasladándolo a otras localidades donde a lo largo de los casi 50 años que ha durado su permanencia en la misma, fue ocupando “cargos” de “responsabilidad”, convirtiéndose en un acólito y en un abductor, a su vez, como lo fueron con él. Al Vicario regional de la prelatura en Madrid yo personalmente le entregué esa especie de curriculum al que me refiero, en una entrevista que mantuve con el en Valencia al socaire de los acontecimientos que se fueron desencadenando en Murcia a partir de febrero o marzo del presente año, y que motivaron su apartamiento del centro donde desarrollaba su labor en la citada Murcia y su destierro a Valencia.
Escribo estas líneas no para que las lean los responsables de la Prelatura, porque no tengo absolutamente ninguna fe en esos responsables ni en la propia Prelatura. Tampoco escribo estas líneas para que sirvan de banderas a quienes, defraudados de la Obra, y de su mensaje quieran utilizarlas para apoyo de sus propios fantasmas, porque tampoco creo en la venganza ni en los fantasmas. Escribo estas líneas para que se conozca la verdad de lo ocurrido o, al menos, se pueda atisbar la razón que impulsó a mi hermano a suicidarse de la forma en que lo hizo. Escribo también estas líneas para mi, para que nadie, absolutamente nadie de la Obra, pueda tener la desfachatez o la tentación de rebatirlas, de difamar la memoria de mi hermano, porque en ese caso, todo el peso de mi experiencia jurídica consolidada a lo largo de más de 35 años de ejercicio en mi profesión, caería sobre quien osara tal actuación. Como le dije en aquella ocasión al miembro de la Obra, en aquella entrevista en la que intercedí y advertí, en interés de mi hermano, llegaba con una palma de olivo en la mano derecha, pero en la izquierda portaba un hacha de guerra, al final, la palma de olivo no sirvió para nada y el hacha de guerra está aún en mi mano izquierda.
Como ya he mencionado anteriormente, la actividad, llamémosle “laboral” de mi hermano se fue desarrollando en muchos centros del Opus y en muchos cargos encomendados a él por el Opus. Merced a esa labor, y lógicamente abducido por la actividad que tenía encomendada, la captación de personas para la obra fue importante y, como no, la captación de dinero para la misma lo fue también. Era su cometido y, para bien o para mal, para gloria de Dios o para enaltecimiento del demonio, la realizó a entera satisfacción y prueba de ello fue la intensa movilidad que en su labor le era encomendada.
Pero lo más importante de la labor de Camilo en ese largo periodo de su vida, fue el bien que hizo a muchísimas personas. Tras la noticia de su fallecimiento he recibido tantas pruebas y muestras de cariño hacia él, que llenan mi orgullo de hermano hasta la saciedad, paliando, en parte y si cabe, el intenso dolor que sufrí cuando ese día 2 de julio, volviendo a mi casa tras un juicio celebrado en Sevilla, lo descubrí debajo de una sábana rodeado de guardias civiles en una triste vía férrea a escasos metros de mi residencia. Aún resuenan en mis oídos las palabras de la Juez que levantaba el cadáver, muy conocida mía de los juzgados de Sanlúcar la Mayor, quien me abrazó al identificarme por la identidad del fallecido, era mi hermano y tenía la cabeza destrozada y eso resulta muy difícil de olvidar, de entender y de justificar, y aún sigo buscando una explicación que alguien me debería dar si conociera el contenido del diario que escribía todos los días, a la vuelta de una Misa que escuchaba en una iglesia pequeñita de un convento de la localidad.
¿Por qué se quitó la vida mi hermano?
Bernardo Lucena López